En una pausa de la vida, vuelvo hacia el río de experiencias propias y ajenas, cuyo cause indetenible es visible para todo el que esté dispuesto a observarlo. Correntada usualmente calma que arrastra éxitos, oportunidades y fracasos hundidos pero identificables claramente con rostros ahogados e inertes.
Desfogue sin fin, generando un mar de vida y muerte en interacción perpetua. Inevitable es que el abatimiento reine. Aunque en segunda mirada, el color del paisaje no es gris ni sombrío, al contrario un abanico de colores, mezcla de simpleza y belleza ocurren en miles de pequeños puntos, del lienzo interactivo que asoma. Nacen, ocurren, maravillan, en obras de montajes y contenidos espectaculares, funciones a las en su mayoría sólo les falta público. Personas presentes con pensamientos ausentes, totalmente, distraídos permitiendo el lujo de pasar por el teatro sin disfrutar la magia.
La idea muerta, la oportunidad pérdida, todas fluyen, se van, se fueron. ¡Pero hay mas!, ¡Mucho mas!, a distintas velocidades confluyen pasando por nuestro puerto. Elegimos, enfocar lo triste, situarnos en la derrota, perdiendo el enfoque y el color. En el solaz, le asigno cupo a la melancolía, acribillando el animo, disparando muchos: ¿Y si tan sólo hubiese tomado el teléfono antes?, o ¿Hubiese asistido o dejado de hacerlo? o comido esto o lo otro, actuado asá o acullá.
Gritos mentales opresores del vivir que acallo, con una idea que devuelve la sonrisa y me permite entender, que en verdad sólo importa, lo que empiece a ejecutar justo ahora.
La siembra de hoy es la cosecha del mañana