Un café bien servido, frente a un sitio habitado por el bullicio y algarabía, de amigos, familias y personas que se encuentran con el arte de compartir, en un instante fantástico.
La caminata hasta el lugar que elegí para sentarme, se produce en una inmersión de incontables recuerdos, producto de muchos años de celebrar mi cumpleaños de la misma manera.
La vivencia reencarna esos momentos mágicos, convirtiéndolos en instantes reales, al menos en mi mente. Me veo caminando hace años ya, con mi madre y hermano por la misma avenida que recorrí hoy, con la emoción de ir al cine. Más tarde quedaría completo el cuarteto de mi familia, con la adición de mi padre, con quien cenaríamos pizza en el local de enfrente que aún hoy funciona.
Esta vez me acompaña un amigo de mil batallas, con quien tenía tiempo de no conversar, la amistad permanecía intacta, conversamos sobre lo relativo del tiempo, que hay días interminables y que sin embargo la vida se hace tan corta.
Los minutos transcurrieron y llegó el momento de regresar con nuestra familia, pero el lugar me pareció mágico, en continuo cambio y me dejó muchas sensaciones, una deliciosa nostalgia y ganas de regresar pronto.