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Centenares de dardos a velocidades diversas perforan mi mente. Lluvia de meteoritos sin orden ni concierto, evidentemente la misión es atacarme sin compasión alguna, tiñendo de negro el futuro, dañando el presente. Sindicatos enteros de tribulaciones que sin vergüenza ni permiso se instalan en mi vida, turbando las noches expropiando el intento de soñar. Escondida cual aguja entre incontables pajas, descubro una que me hace entender que entre todas, es la única verdaderamente importante…

Se genera la pregunta: ¿Que pasaría si yo no estuviera mañana…? El escenario mental, se vacía de romplón, como una mudanza imaginaria en la que una fuerza invencible levantase la casa de sus cimientos, hasta darle vuelta completa y dejarla limpia, sin nada adentro en segundos apenas, algo zarandeada eso si. 

Las consecuencias de mi temor aparecen, con siniestro rostro… 

¿Que pasaría si el abrazar a mis hijos se convirtiese imposible al terminar el día de hoy?,
¿Si besar a mi esposa cada noche, no estuviese mas a mi alcance?,
¿Si escuchar la voz de mi madre en las mañanas, para escuchar que estan bien, no fuese algo posible?

Mi mundo, lo que en verdad importa desaparece en mi mente y con esa sensación se escapa toda razón de vivir. Pesadilla maldita que intento olvidar lo antes posible, hasta alcanzar el entendimiento que la belleza de la idea, radica en que aún mi temor no está ocurriendo… Que puedo por tanto abrazar y besar cuanto quiera a mis tesoros, oir el canto de los pájaros al amanecer, saludar a desconocidos por el placer de compartir alegría, maravillarme del botón que explota sobre el tallo de una flor.

Siento que en segundos recibí el mas maravilloso regalo, darme cuenta de lo que tengo y puedo disfrutar, de pronto los meteoritos que siguen allí, parecen convertirse que partículas de polvo, que molestán si, pero no golpean en lo absoluto.

Gustavo Adolfo Monroy

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