Color café que se extiende en el finito horizonte de no mas de un metro de fondo, sin el antaño brillo, su presencia impone aun respeto. Elaborada con la devoción de quien sabe está creando arte y la emoción de ignorar lo que ocurrirá en el futuro con su creación, pero con la certeza impregnar pasión en cada corte, en cada poro abierto para recibir ese liquido obscuro que la hará relucir al recién salir del taller e invitará a quien la vea a adquirirla.
«La vi y la compré» frase emitida por la boca de un hombre con aspecto señorial, en la única vez que alguien tomó unos segundos para inquirir sobre el mueble, testigo de miles de conversaciones, dramas y alegrías y participe de un momento histórico para un país, que aun hoy se celebra año con año, tradición que continuará por siempre, aunque en el recuerdo de las personas, probablemente pocas veces la incluyan.
Corazón de madera, piel rugosa exfoliada a base de cepillo y lija, centenaria presencia cuya imagen enmascarada por un mantel, ha sido reproducida en millones de quetzales, representados en billetes de veinte. Propongo un brindis en tu honor, bella mesa en la que se firmó la independencia de mi adorada patria y en el incluyo a todos aquellos objetos que han vivido y participado en la historia, de estado, de familia, de personas. Muchos desechados por un símil de reciente fabricación, que quizás de permanecer en las manos de quien no aprecie el artesanal trabajo o la historia, termine feneciendo pronto su vida mas por moda que por no ser útil.
Vivo el presente, valoro el pasado y sueño con un mejor futuro.