El reloj de cuerda, toca su infatigable soneto en clave de tic tac, marcando cadencioso el compás del transcurrir del tiempo.
Hoy alguien llegó, otros se fueron y la lista continua en permanente cambio, para asistir a este salón de baile llamado mundo, en el que parece imposible no salir pisoteado y a la vez divertirse, mientras la vida acompañe nuestros cuerpos, que suman uno, conformando un grupo que permanece en movimiento continuo.
El ambiente festivo, se empaña por lapsos inadvertidos para el colectivo frenesí, en los que la alegría queda en suspenso, la celebración individual se interrumpe y la tristeza reina.
Desde ese rincón obscuro que hoy comparto, quiero repetirte y recordarme a la vez, que en otros momentos similares, siempre ha aparecido al menos un pequeño toque de luz, que acuna la esperanza, en donde nace una ilusión que nos recuerda que pronto, estaremos mejor.