Exclusivo club perteneciente al mismo linaje, unidos por la hermandad que da el racimo. Camaradas de siempre lucen su frescura en el centro de una mesa común.
Exhibidos junto a otras obras, lienzos grabados por humanos plagados de ideas que desbordaron sus pinceles, comparten tiempo y sitio con la muestra pictórica.
La artista naturaleza presenta su grupal creación, añadiéndole el plus de ser agradable a la vista y al gusto.
Con el devenir de los visitantes, el baile de criticas personales, en su mayoría poco constructivas, se apoderan del recinto. Palabras ácidas cargadas de veneno, hipocresía empalagada con mentiras, rodean los comentarios sinceros que coexisten en un mismo ambiente.
Esfera morada desgarrada de su grupo, sin celebrar ser la primer electa, cae en la boca de un nervioso artista, que necesita primero escuchar y luego creerle a quien exprese entender y admirar su obra, preconcibiendo la perenne duda de si escucha verdades o no, esta uva sabe a ansiedad y no alcanza a endulzar un paladar seco y sediento de elogios.
Una segunda cae en manos de un critico, que basa su vida en sobresalir a costa de vilipendiar a los que a diferencia suya, si crean y trabajan. Creando su imagen y vida a costa de los siempre dispuestos a consumir el veneno que producen palabras cuyo contenido único es humillación mal disfrazada de ingenio. El dulce fruto no logra cambiar el amargo ser dueño de la boca que la prueba.
Hay un aspirante a artista, que llega con la ilusión de algún día exponer sus ideas, con la mente y ojos abiertos dispuestos a disfrutar con humildad la explosión de colores que ante si se revelan, mas brillantes que al resto, con una profundidad que le permite ver en cada pincelada la ilusión de quien puso esfuerzo, corazón y mente para brindar esa obra y regalar parte de si mismo, al resto del mundo.
Ese aprendiz descubre el plato con los sobrevivientes del morado fruto, toma uno y lo degusta percibiendo la maestría con que la creadora de esa pequeña pieza, fabricó dulzura y la concentro en una diminuta y jugosa esfera, deleitando agradecido el pequeño manjar. Complacido, continua regalandose sin escatimo alguno el placer de asombrarse por las pequeñas y grandes maravillas que el mundo le ofrece.
Exclusivo club perteneciente al mismo linaje, unidos por la hermandad que da el racimo. Camaradas de siempre lucen su frescura en el centro de una mesa común.
Exhibidos junto a otras obras, lienzos grabados por humanos plagados de ideas que desbordaron sus pinceles, comparten tiempo y sitio con la muestra pictórica.
La artista naturaleza presenta su grupal creación, añadiéndole el plus de ser agradable a la vista y al gusto.
Con el devenir de los visitantes, el baile de criticas personales, en su mayoría poco constructivas, se apoderan del recinto. Palabras ácidas cargadas de veneno, hipocresía empalagada con mentiras, rodean los comentarios sinceros que coexisten en un mismo ambiente.
Esfera morada desgarrada de su grupo, sin celebrar ser la primer electa, cae en la boca de un nervioso artista, que necesita primero escuchar y luego creerle a quien exprese entender y admirar su obra, preconcibiendo la perenne duda de si escucha verdades o no, esta uva sabe a ansiedad y no alcanza a endulzar un paladar seco y sediento de elogios.
Una segunda cae en manos de un critico, que basa su vida en sobresalir a costa de vilipendiar a los que a diferencia suya, si crean y trabajan. Creando su imagen y vida a costa de los siempre dispuestos a consumir el veneno que producen palabras cuyo contenido único es humillación mal disfrazada de ingenio. El dulce fruto no logra cambiar el amargo ser dueño de la boca que la prueba.
Hay un aspirante a artista, que llega con la ilusión de algún día exponer sus ideas, con la mente y ojos abiertos dispuestos a disfrutar con humildad la explosión de colores que ante si se revelan, mas brillantes que al resto, con una profundidad que le permite ver en cada pincelada la ilusión de quien puso esfuerzo, corazón y mente para brindar esa obra y regalar parte de si mismo, al resto del mundo.
Ese aprendiz descubre el plato con los sobrevivientes del morado fruto, toma uno y lo degusta percibiendo la maestría con que la creadora de esa pequeña pieza, fabricó dulzura y la concentro en una diminuta y jugosa esfera, deleitando agradecido el pequeño manjar. Complacido, continua regalandose sin escatimo alguno el placer de asombrarse por las pequeñas y grandes maravillas que el mundo le ofrece.
Ojalá pueda seguir siendo siempre ese aprendiz y disfrutar el sabor de mis uvas con plena conciencia del valor que en su sencillez atesoran.