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En el calor apagado por la brisa marina, sentado en inusual palco de lujo, por el instante y suceso que justo en frente de mí tuvieron lugar.  Narro la historia en primera persona, debiendo confesar que ademas de esa mentirilla, añado otras, que no me consta ocurrieron, aunque quizás si.

Me encuentro volando, mas no por voluntad propia, atropellado por una fuerza avasallante que repentinamente asaltome en un descuidado momento de placido nado en una calma laguna.

Soy un pato que migra forzado hacia el destino, escogido por una rapaz ave que sobrevuela la mar.  La desigual lucha no acaba, golpeado y herido, peleo no por vencer, mas si por solartme.  Batallo y me muevo aún en contra del dolor de mi rasgado cuerpo y en un impensado instante puedo decir ¡lo logré!.   Escapo de mi sorprendido y burlado verdugo, quien extenuado por el trabajo de lidiar con este necio sobreviviente, continúo su vuelo.

Mas no puedo celebrar aún, caigo al mar.  Las olas se ensañan conmigo, cual latigo infinitamente mas grande que la víctima, castigan y rompen, una y otra vez sobre mi cuerpo.    Las heridas arden, el cuerpo quebrado resiste, una, dos, diez, quince golpazos marinos, hasta que la extenuación, heridas y golpes, me hacen perder el sentido.

El mar que hace un breve instante se ensañó conmigo, pareció perdonarme la vida o al menos le dejo de interesar mi muerte y las propias olas que me castigaron, hoy depositan mi maltrecho ser en la playa,  dejandome sin aliento pero con vida aún.

La fuerza de la rapiñosa ave, ni el descomunal mar lograron acabar conmigo, me hirieron, golpearon y me dejaron muy poco,  pero estoy aqui respirando apenas sobre la arena.  No me muevo, no queda en mi ni un musculo, que haya reservado un poco de energía, toda se agotó, pero aún asi vivo.

Escucho voces, todas amables, conomovidas y humanas.  Me rodean y una amable señora colmada de bondad y compasión, me toma con sus manos,  depositandome con total ternura en la arena, fuera del alcance de las dañinas olas.  Creo ver lagrimas en sus ojos, parece impregnada de mi sufrimiento o quizás tocada por mi lucha, sin duda es la criatura que mejor quería mi bienestar de las ultimas tres que me tocó enfrentar,  sigo sin moverme y con un dolor incalculable, pero respiro.  El cariñoso ser que con sus delicadas manos me sostuvo a diferencia de las afiladas garras voladoras que recién me mansillaron o de las pesadas olas que sobre mi rompieron.  Analizó mi sufrimiento por iniciativa propia y con el mayor cuidado posible hizo lo que juzgo mejor para ayudarme…. enterrandome en la arena que ya no tuve la fuerza de vencer.

Gustavo Adolfo Monroy

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