Allá en los suburbios cada vez mas lejanos al centro del corazón, donde las calles son de piedra y las sentimientos de hormigón, se escuchan gritos lejanos de sentimientos desparramados hace mucho y un corazón que de a poco late menos.
En la esquina del olvido, que parece encontrarse jamás con la calle del perdón, se pierde todo, hasta la humanidad.
Cada paso encamina al viajero hacia un desierto que consume todo a su alrededor y en donde no queda mas que la compañía de una inmensa soledad. Esa que se alcanza a través del egoísmo de no ver mas lejos de la nariz propia, de no percatarse del sentir ajeno y de la necesidad de otros.
El recorrido se hace a través de caminos cada vez mas solitarios, con pasos impulsados por andanadas de palabras dichas sin pensar a quien hieren o sin detenerse a escuchar un clamor de gente que con cariño, guarda la esperanza que volviendo sobre sus pasos, pueda rencontrarse nuevamente consigo y por ende redescubrir a un ser maravilloso, que una vez fue muy humano y grande.
Amén.