Cuando el camino ofreció espinas, buscaste siempre ver las rosas, al abrazarte tinieblas, elegiste ser luz o aferrarte a cualquier brillo, por pequeño que este fuese, sin prestar atención a lo que no brindara esperanza. Ser valiente y valioso, te inspiró, para siempre ver al mundo divinamente conspirando a tu favor.
Dueño de mil historias, repartidor natural de sonrisas, reíste o lloraste, sin ambages ni miserias, en el momento justo. Enseñando mil y un maneras de vivir con un fervor adolescente combinado con sabia madurez. Exprimiste cada gota del elixir de la existencia, con la intensidad de saber que ¨La vida es hoy» viviste y dejaste guías llenas de maneras para recorrer este viaje llamado vida y gozarlo al máximo en el intento.
Apoyaste los sueños de muchos, alimentaste fantasías, especialmente en las mentes de tus nietos, suelo fértil en el que sembraste muchas cosas buenas, construyendo escaleras de confianza y cariño para que su camino siempre fuese hacia arriba y pa´lante. Entregaste te quieros, sonrisas y premios, cerraste con ellos muchísimos “buenos negocios”, compinche inagotable de sus incontables travesuras, imprimiste sin duda una huella imborrable en esas pequeñas criaturas y grandes seres en formación, que adoraste desde siempre, que aun construyen su niñez y que te recordaran toda su vida.
Tu presencia rodeada de música, impregnó en quienes amas y te amamos, el saber aferrarnos a una buena canción, hoy noche a noche, nuestros sueños se arropan envueltos en jazz y opera, memorias que perduran, presencia que acompaña, en un buenas noches muy tuyo, que permanecerá eternamente.
Amigo como pocos, recaudaste en tu paso por el mundo, el producto de la amistad y cariño que por años con paciencia cultivaste, recibiendo en vida una abundante cosecha pero jamás suficiente. Interminable marea de personas de distintas edad, ideas y formas, que cubrieron por oleadas, el lugar donde tu cuerpo despedimos, seres en distintas etapas de sus vidas, cargados de problemas, cuyas vidas tocaste, con el optimismo de siempre, ayudándoles calladamente a sostener y resolver problemas. Obsequiándonos aun, colecciones de historias bañadas de agradecimiento, muchas de ellos firmadas con tu mano, usando el bisturí cual lapicero en lienzos de piel y sangre, sanado cuerpos y fortaleciendo mentes
Y es que si ellos tenían historias, cuantas mas atesoramos nosotros, que te tuvimos años, guiando aventuras cuyo objetivo fue unirnos siempre, rodeándonos de consejos y mensajes que jamas reprimiste transmitirnos, entre incontables bromas con un invariable final cargado de risas, algunas veces provocadas mas por la carcajada contagiosa que explotaba de tu rostro sin discreción alguna. Juegos, anécdotas y un buen trago acompañando que invariablemente, se servía con el manjar de turno que siempre te esforzaste en descubrir y compartir.
Imagino que en un lugar arriba de acá ocurrió una historia en donde: «Un Principe Pipil llegó al cielo, escoltado por el chuchit coloch que había visto un cucuruch. Debes aún hoy estar repartiendo abrazos, sonriendo desde el corazón, como todo un «sexy baby” escoltado por un firmamento plagado de estrellas donde sin duda brillas con luz propia».
En mi caso la historia que inició, bajo el amenazante brillo imaginario de un arma que nunca mostraste y que conociéndote mejor, sin duda no dispararía otra cosa que cariño, se transformó, convirtiéndome en un hijo tuyo mas, que se atreve a estar acá hablando hoy un poco en nombre de quienes con orgullo nos llamamos tu familia, los que entre platicas, recibimos el legado de experiencias inundadas de alegrías y enseñanzas que conservaremos siempre, buscaremos seguir esa estela de amor y ejemplo de vida que regalaste al mundo y en especial a nosotros.
…. Ciao (como dirían en tu pueblo) mi querido doctor, hasta cuando sea el momento de reunirnos, por ahora aunque no te vemos mas acá, intentaremos honrar tu valentía, tu nombre y tu ser, con la certeza que con nosotros estarás por siempre.